Redacción / la voz
Vuelve David Delfín (Málaga, 1968) a la poesía. Y vuelve a hacerlo con un libro que impacta desde el propio título: La fábrica de anticuerpos si no amanece (Ediciones Carena). Delfín ya nos tiene acostumbrados a asestar el primer hachazo en la misma portada: su anterior entrega, publicada en el 2014 en el sello almeriense Círculo Rojo, se titulaba Los matemáticos no saben pilotar aviones.
Como subraya en su excelente introducción al volumen Francisco Ruiz Noguera, este libro «supone una nueva apuesta del autor por seguir explorando en una forma no convencional de expresar las relaciones entre el mundo y el lenguaje: una personal y arriesgada formalización verbal que es ya seña de identidad estilística, en una línea evolutiva que conecta con libros anteriores». Porque en La fábrica de anticuerpos si no amanece ahonda el autor, como apunta Ruiz Noguera, en los dos enfoques de la función poética: la poesía como forma de comunicación y la poesía como búsqueda, como medio de conocimiento.
Este largo poema dividido en diez partes explora esa tradición de la poesía como indagación, a partir de una arriesgada e intensa apuesta formal por la palabra.
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